10/12/2013

Am Bahnhof. Danach. / En la estación. Después.


Ein Kreuz. Der Bahnhof. Von oben. Gleise, Einkaufszone, Ein- und Ausgang. Ein Kreuz. Von oben. Der Bahnhof. Eine Hand. Der Unterarm. Vielleicht. Binnen Minuten. Die Hand. Wie ein Vogel, der seinen Flug beginnt. Aus dem Eisenbahnwagenfenster. Bewegung rund herum. Menschen. Koffer. Hin und her. Der Bahnhof bewegt sich nicht. Der Körper auch nicht. Stille. Stille wie eine Palme. Eine Palme mitten der überbevölkerten Wüste. Stände. Essen und Trinken. To go. Zuhause wartet der Tee der Einsamkeit. Die Hände auf den Oberschenkeln. Wie genagelt. Die Augen. Wie auf die Gardinen genagelt. Alles in Paaren. Zwei und zwei. Aller guten Dinge sind drei. Der Zug ist noch nicht da. Stille. Blicke, die einander nicht begegnen. Unbehaglichkeit. Worte wären vielleicht noch schlechter. Lieber so. An danach denken. Zuhause eintreten. Die gleiche Stadt. Leer. Die Einsamkeit als die einzige Gesellschaft. Ein Flüstern. Der Kopf dreht sich um. War nicht für diese Ohren. Den Atem zurückhalten. Wie den Rauch einer Zigarre. Die Stille hat einen grauen Körper. Aber es ist die Kälte. Die Kälte des Winters. Die Kälte der Entfernung. Die Entfernung existiert noch nicht. Die Grenze ist der Koffer zwischen den Körpern. Groß wie die Chinesiche Mauer. So groß. So lang. Morgen wird die Entfernung wirklich. Das letzte Bild. Still. Zeitlos. Eine Postkarte. Sepia wahrscheinlich. Der Bahnhof. Ein Kreuz. Von oben. Zusammenströmen. Die eilige Mutter. Das Kind hinterher. Kämpft mit seinem bunten Koffer. Der Manager drängt, Handy auf der Hand. Die keuchende Oma. Sie will, kann aber es mit Schwierigkeiten. Junges Gelächter. Die Nacht findet ihren Zenit. Der Zug kommt. Die Nummer und die Ankunftszeit sind richtig. Wie eine Verordnung. Eine Verurteilung. Der Moment ist gekommen. Der Körper richtet sich auf. Die ersten Reisenden steigen aus. Eine Pfeife lässt sich hören. Weit weg. Ein anderer Zug kommt an. Ein anderer fährt ab. Die Hand ist noch nicht zu sehen. Vielleicht ein Teil des Unterarms. Wie ein Vogel, der den Flug beginnt. Ohne Feierlichkeit. Ohne Formalitäten. Eine Reflexhandlung. Die Macht der Gewohnheit. Eine nie geübte Gewohnheit. Eine Schullektion. Auch nie gelernt. Trotzdem kennt sie jeder. Binnen Sekunden ist sie dran. Und danach. Zuhause. Heimat soll sie heißen. Die Hände auf den Oberschenkeln. Die Augen. Sie erblicken die Hände. Die Füße auf dem Boden. Alles wie genagelt. Der Tee. To Stay. Morgen. Die wirkliche Entfernung. Zwei Menschen. Eine Stadt. Zu klein. Dann zwei Städte. Noch ein Weltall. Der Bahnhof. Der Zug, der Koffer schluckt. Der Menschen schluckt. Stimme und Stille bringen durcheinander. Jubel und Traurigkeit. Ein Fenster wird aufgemacht. Die Dämpfe des Bahnhofs. Die Kälte. Ein Film, der sich wiederholt. Einmal. Tausendmal. Die Hauptdarsteller sind nur anders. Die Hand kommt raus. Ein Handschuh eigentlich. Der sieht wie ein Vogel aus. Eine dunkle Taube, die mit ihrem Flug beginnt. Die Macht der Gewohnheit. Eine Pfeife. Der Zug. Die Räder beginnen langsam zu rollen. Der Vogel entfernt sich. Er ist nicht mehr dort zu sehen. Danach. Der Körper. Die Oberschenkel. Die Hände. Die Augen. Wie genagelt. Der Tee.
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05/11/2013

Más allá de la cámara



A J.S., visitante ilustre de este territorio meteco

Del otro lado de la mesa, más allá de la cámara y sus lentes, más allá del humo de cigarros y de inciensos, están los diálogos retomados en persona después de años. O dicho en el idioma de la amistad, de unas milésimas de segundos, tan sólo el aire que uno toma para continuar la conversación tras meditar brevemente sobre cómo respetar la dialéctica ascendente que todo intercambio del logos supone. Puedo ver, como emergiendo de entre las volutas del denso humo, a un amigo, largas caminatas junto al mar, interminables palabras, un buen vino tinto y un cigarro. Delante de la cámara, está el que no fuma. En la ausencia está la presencia, y en ella, a su vez, otra vez la ausencia.

Frente a la cámara, invisible a sus sentidos, se mueve la música al ritmo de la voz del último amor imposible que canta a garganta partida

Hallo ich bin Sehnsucht
ich bin Glück
und ich bin Not.
Hallo ich bin Herz
und ich stell mich oft tot.

Entre el humo y la cámara la única luz está en las velas y a su alrededor está el teatro. Esa superficie en la que todo está permitido porque es el espejo que refleja lo que tiene enfrente, porque no olvides que es comedia nuestra vida y teatro de farsa el mundo todo que muda el aparato por instantes y que todos en él somos farsantes. Un niño echando humo de habano, una invitación al Münchner Kabarett um 1900 o uno de los grandes cantautores alemanes rodeado de beldades en ropa sexy, una mano echada sobre una cintura, otra a un muslo. Un programa, cuaderno de notas y unos lentes que no son los de leer. Una entrada usada como pasaje de ida al viaje hacia el fin de la noche. Una noche que es la noche de Europa, más allá del caos, sumergida en el final de los tiempos, de la degradación, del salvajismo de la civilización, cobijada tras un parafraseado cartel de ingreso a Auschwitz que reza liberté, égalité, fraternité.

Una persona se acerca a mis espaldas. La presiento entre todas las personas de la estación. Me doy vuelta y como si de otra ciudad y de otro tiempo se tratara, una que nunca cambió, uno que nunca pasó, comento: ¡Ah! Pensé que bajabas por el otro andén. Y la charla continúa.

Afuera es hoy, el futuro del pasado, y la cruda noche otoñal está decorada por frías gotas de lluvia que lavan al día ausente de Helios y que propician el tecleo de las letras. Entre los repiqueteos de las gotas, como en una coreografía entre la máquina de escribir y la naturaleza nocturna, se dejan escuchar los ecos entreverados del teatro, del diálogo. Entonces Cäthe continúa cantando

Ich bin ein Dichter.
Ich bin, was ich bin.
Ich bin mein Richter.
Ich beschenk mich.
Ich bin streng.

Las luces se van apagando con parsimonia. La música termina y llega el calmo susurro de la noche. Yo comienzo a caminar en la unánime noche a orillas del Wurm, esa oscura corriente que suena a bosque en medio de la ciudad y que a medida que me voy durmiendo se transforma en rambla y océano, en vino, en cigarro, en diálogo.

26/10/2013

La edad del sol

    en la soledad
no hay sol
             sólo edad




06/10/2013

La noche es el momento correcto


Sentirse parte de algo o sentirse que se está en algo pero no se es parte de eso. Estar dentro viendo desde afuera, o conformar la corriente. Algo impuntual, por qué no, bajo a las catacumbas del Filmmuseum. Robert Mitchum ya está en la pantalla blanca, negra y muy gris. Cine noir con mayúsculas: Out of the past. Para mi sorpresa la sala está llena, estamos hablando de una película de cine noir con mayúsculas, en blanco, negro y muy gris que data del antidiluviano año 1947. Cuando las luces se enciendan al finalizar la película descubriré que soy como el bebé de la sala. Asciendo por las escaleras de concreto con paredes del mismo material decoradas con imágenes del cine clásico que, como en un museo, están expuestas detrás de vitrinas. Es un museo. Es el Filmmuseum. Al salir la noche está fría y húmeda, ha llovido. Recuerdo que cerca está el Glockenbachwerkstatt, que volcado rápidamente al español sería el taller del barrio de Glockenbach. Un centro cultural municipal donde pueden verse cosas interesantes que funcionan con independencia del mainstream. Esta noche es así sin lugar a dudas. Obediente a cierta necesidad me dirijo directamente a los servicios, cuando regreso a la recepción quien oficia de boletero me hace saber que le dijeron de todo porque no me cobró la entrada cuando ingresé como un tornado. Normalmente la recepción es de libre acceso, la entrada se abona al ingresar al concierto. Esta noche no, primeo se paga, después se ingresa. El boletero me informa. Hay tres bandas, la primera ya fue. La segunda es francesa y está a punto de tocar. Ya conozco la información, la leí en casa por la tarde temprano. El bar está cerrado, pero hay una cantina ad hoc que vende la cerveza más barata. Esto es, según indica la pizarra de precios, si no se está vistiendo Trachten, palabra que se aplica al traje tradicional bávaro con el que se ven inundadas las calles de Munich cuando se celebra la archiconocida Oktoberfest. En ese caso, la cerveza es más cara de lo normal. No sé si es un chiste, pero durantes los tres fines de semana que dura la fiesta popular no todo es a favor de la celebración, las voces de protesta se hacen sentir de las formas más variadas y muchas veces originales. La banda número 2 dice ser de Bélgica, no de Francia, pero el cantante es un francés establecido en Bruselas. Me gusta, me gusta mucho. En algún momento entran unas personas vestidas en Trachten con cervezas en la mano. Me tienta preguntarles cuánto pagaron por la cerveza, si 2,30 o 4,00 euros. La segunda opción sería casi como un robo a mano armada para una cerveza en botella. Desisto para no eliminar la mística posible del chiste y porque el nivel etílico de los susodichos me invita a concentrarme en el concierto, sobre todo cuando comienzan a dar pasos de baile como si la música que es del tipo hardcore melódico con electrónica fuera un vals. El grupo es muy bueno, me alegra haberme decidido por pasar a echar un vistazo, o un oidazo en este caso. El cantante y guitarrista, cuando ni canta ni toca la guitarra hace unos movimientos como de ofrenda, con las manos como si fueran salidas de una ilustración egipcia. Al final del concierto hablamos un poco, es simpático, está en su mundo. Lo que quiere decirme está por encima de lo que su inglés parece capaz de transmitir, pero lo escucho y lo entiendo. Creo que si un artista no muestra que está inmerso en su mundo algo le falta. Comienza la banda 3, que es en realidad una sola persona. Un tipo con el pelo largo desgreñado, la cara pintada completamente de rojo y negro en dos bandas, su ropa es un traje que parece una bolsa de arpillera con un cierre delantero, como un vestido que le llega hasta algo por encima de las rodillas. No hay ningún instrumento de música a la vista que lo acompañe. Unos equipos, un par de lámparas. Es todo. Siempre me despiertan admiración los artistas que se enfrentan solos al público. Cuando lo hacen como este, más, porque claramente las opciones parecen reducirse a dos: o se está frente a un loco ridículo, o se está frente a un loco genial. En este caso es lo segundo. Al principio el público no sabe bien cómo comportarse, más bien sonríe, como si estuviera frente al primer tipo de loco. Los brazos van de un aparato a otro, encienden una lámpara o la otra, los pies presionan pedales, el micrófono cuelga como una soga desde su cuello. De una manera u otra, produce algo hipnótico, no es dulce, es duro, gritos distorsionados sumados a una base de sonido sobre la que pone y quita efectos. No hay pausas, es un número de una única persona y de un sólo acto. Al final la gente quiere más, lo suplica. El loco es genial, se lo quieren hacer saber. Fin.
Salgo a la noche. El aire se deja ver en forma de flotantes gotas de agua. Decido caminar un poco. En la plaza central me paran dos chicas. Una me pide si por favor le puedo abrir su lata de bebida, me dice y me muestra que con sus uñas que deben medir unos cuatro centímetros de largo no le es posible. Su amiga está en condiciones similares. Nos sonreímos de forma cómplice mientras se la abro. Buscan un club, me dice el nombre. Ni idea. Me dice la calle. Ni idea. Ellas se van con sus uñas a cuestas y yo preguntándome cómo hacen para vestirse todos los días. Después de caminar siguiendo la línea del metro decido bajar y continuar en el tren hasta casa. En la estación que da a la Oktoberfest suben los remanentes que no han ido a ninguna After-Wiesn-Party, siendo Wiesn el nombre que dan los locales a la Oktoberfest. Frente a mí se sienta una pareja de chicos, ambos embutidos en trajes tradicionales, camisa a cuadros, pantalones de cuero o Lederhosen. Se ponen a discutir y me doy cuenta de que es una rencilla doméstica, hay celos, son pareja. En algún momento la cosa sube de tono y uno patalea un poco, estoy a punto de cambiar de asiento, no quiero ser la víctima de que uno miró a otro pero el otro le dijo que estaba con uno y que no tenía interés pero el primero igual se ponía celoso y que siempre era igual en las reuniones sociales y el otro que nunca. El que despierta los celos comienza a toser. Tose de forma desmedida, parece que le va a dar un síncope, yo creo que más bien va a vomitar. Mientras especulo nuevamente con cambiarme de lugar para no ser víctima de la devolución de litros de cerveza las cosas se apaciguan entre ellos, palmaditas en la espalda y está bien está bien. El de la tos se levanta y se va al descanso del vagón, junto a la puerta. Luego el otro lo sigue. Ya son amigos otra vez.
Llego a mi estación. Al salir de ella se me acerca una chica. No sé por qué inmediatamente antes se me da por repetir en voz alta una frase en inglés que escuché con anterioridad el mismo día. No sé si me escuchó, o si simplemente por no parecer alemán, o porque ella no lo es, me habla parte en alemán parte en inglés. Busca un banco. Cuando la gente me habla así no sé muy bien qué decirle, o sí lo sé, pero no sé bien en qué idioma. Así que le contesté medio en inglés medio en alemán. Me agradece mitad en un idioma mitad en el otro y comienza a caminar más lento que yo. Es ya noche tarde, ya tiene la información y no busca más diálogo. Buena chica. Sus pasos hacen  retumbar los tacos detrás mío el resto del viaje hasta el banco. La noche nos disuelve entre sus húmedas gotas.

04/10/2013

... plata color ceniza el agua, el ala...

   HAY UNA QUIETA PAZ metálica en el aire bajo el
tendido gris que el lago inmóvil multiplica. Plata co-  
lor ceniza el agua, el ala, el vuelo, el aire, el tuyo,     
el de esta ausencia.                                                  

José Ángel Valente                                               


Hoy la foto puede que no sea mía, porque yo no sabía que la tomaría ignorante de las palabras que otro ya tendría convertidas en tinta para que yo un día la tomara. Puede que hoy sea todo figurado, foto, texto y el silencio, que es todo lo demás. Pero hoy foto y texto son de algún modo inescrutable uno y lo mismo. Puede que hoy la foto no sea mía, porque un par de líneas ajenas hicieron que el dedo disparara y mi ojo quedara ciego por una milésima de segundo, mientras del otro lado de las cortinas el movimiento de ave acuática quedara convertido en eternidad. Ignorante el agua plateada, indiferentes el ala y su ave cenicientas, desconocedores el poeta y el fotógrafo de que cada uno forja el destino del otro de prestidigitadoras formas más allá de todo verbo. Cuán poco hay nuestro en cada hecho y en cada acto, y sin embargo, somos la suma de los actos y de los hechos. Puede que tal vez hoy quizá la foto no sea mía. El texto no lo es.

30/09/2013

Compofusión vertical


La luz verde señala que pueden ir, pero yo sólo los veo venir.
El farol oficia de techo, de sacacorchos, de tapón, o simplemente descansa antes de su noche de trabajo, recostado sobre la grúa. Más allá no sé si son otros faroles o todos son el mismo, cada vez más pequeño, más viejo y encorvado, más cansado, mostrando su pasaje del otoño al invierno de su existencia entre luces y sombras.
La grúa, a su vez, descansa después de su jornada porque es el séptimo día. Es el símbolo del futuro construyendo el pasado. El futuro es un edificio que tendrá algún artístico nombre como centro de documentación. El pasado está documentado en fotos y textos que nos dicen lo que nunca debería repetirse en el futuro, cosas tales como usar camisas pardas, por ejemplo.
Al lado, en la foto pero no a la vista de los ojos, hay otro edificio más del que salen las futuras sinfonías que procuran tapar el sonido de pasadas máquinas de escribir. Las teclas han cambiado y ya no llevan rollos de tinta intercambiables, ahora hay pianos de cola y sus cuerdas producen melodías estudiantiles. Tal vez el próximo Beethoven esté ahora refugiado entre sus sólidas paredes. El mal antes tenía una central administrativa y desde sus azulejos todavía huele a azufre.
De entre las sombras se eleva un cigarro negro que quiere recordar al frío siberiano que se tragó sin té y sin samovar a los miles de invitados por Napoleón a pelear en una guerra que sería sólo el trailer para catástrofes posteriores en la noche urbana de Stalin.
Al fondo se erige desde la tierra donde florecen los limoneros una bóveda color de oro que ilumina la plaza con tonos de nube de acero y de tormentoso pasado. Por fuera es su sol eterno y por dentro, algo que también se esconde al ojo desde donde estamos parados, gobierna el símbolo de la eterna pureza y de la página no escrita, las paredes estucadas, el brillo, el reflejo, los rayos lumínicos que se filtran por su roseta y hasta las sombras resultan de un blanco absoluto.
Ante mí, dispuesta en el desorden cotidiano, una matemática composición de líneas verticales desde donde puedo ver como a una instancia de la trascendencia lo que está en los planos ocultos. Todo está en la foto, salvo que no todos podemos verlo. Yo tampoco, tal vez sea todo producto de mi imaginación. Entre el cielo y la tierra hay mucho más que lo que muestra tu fotografía, me susurra una voz.
Mientras, como pintadas por algún maestro del arte, las nubes se pasean y decoran la imagen, ajenas a todo y a todos, felices ignorantes que todo lo ven desde las alturas dejándose broncear por los vespertinos, casi nocturnos, rayos del sol.



08/09/2013

Grano de palabra



Mich interessiert das geistig Typische, ich möchte sogar sagen: 
das Gespenstische des Geschehens.
Rober Musil

Curiosa ausencia de contradicción. Estando no estás. No estando estás.
Cómo medir tu grado de presencia en tu ausencia.
                                               Cómo el de ausencia en tu presencia.
Sin bordes ni líneas que todo lo desdibujen. El verbo hecho carne. Puede ser.
La carne hecha verbo sobre todo. Las vísceras al desnudo. Todo lengua de fuego.
Me interesa lo espectral. Lo que está cuando no estás. Lo que no está cuando estás.
Tu palabra serpiente venenosa sanadora. Tu silencio sacro verdugo.

La palabra.
Igual a un grano de arroz que quizá sin saberlo deja su huella y está no estando
no está estando mientras escapa a las cadenas del tiempo y del espacio.


03/09/2013

Ecos traídos por el Iter

Escucho a una mujer. Está hablando a unos pocos centímetros de mí. Le habla a su teléfono, es todo lo que puedo ver. No comprendo el idioma en que se expresa. Ni lo identifico. Partes me llegan a través del cuentagotas de los susurros. Mientras leo

                 En la palma de una mano
ficticia,
            flor
ni vista ni pensada:
                              oída,
aparece
            amarillo
cáliz de consonantes y vocales
incendiadas.


Otros cuerpos se aproximan. Sus gargantas árabes puedo ver ahora diseñando sonidos en el aire. 
En la lejana lengua de Angelopoulos otra mujer inicia un diálogo, su sonoridad desprende olor a mar mediterráneo y a faros alejandrinos. 
Más que extrañarme algo de todo esto, confirmo que estoy en casa. No sé si es la casa del ser, es donde recuesto la cabeza cada noche y mis sueños se pueblan con los ecos de todo lo que el día incomprensible ha dispuesto para mí. Mi casa es donde sueño. Un sueño en imágenes salidas de los jardines colgantes de Babilonia.

01/09/2013

La realidad en el sueño

Reality is for those who can not sustain the dream
Slavoj Žižek

Abro los ojos. Dos puntos arquimedianos. Dos medios en un centro inconsistente. Abro los ojos de párpado en párpado. Comienzo a soñar. A ojo lavado. A pura luz. Cosas extrañas comienzan a suceder. La propia sucesión como cosa primera. Existe el tiempo, una cosa sigue a la otra, parece existir un orden establecido. Una historia. La histeria. Barbarie civil. Civil barbaridad. Todo orquestado. El caos como director batuta en ristre. La única palabra que me duele es nostalgia. Tiene incrustado el peso del dolor y de todo, que es lejano. Las primeras armas se transforman en flechas y lanzas, los primeros gestos en palabras y en insultos, luego en ley y en taxonomías. Veo mi cuerpo alejándose de mí con agitada parsimonia. No hay dirección donde la piel encuentre su ungüento balsámico. El dolor de la ausencia no se mide por la intensidad, se mide por la inmensidad que seca el hueso con marítima sal. Más allá de lo visible, más allá de lo medicinal. Después de los primeros balbuceos los metales se transforman, el lenguaje se vuelve cada vez más sofisticado, y el ser humano comienza a matarse cada vez a mayor distancia. Las vías para producir dolor son cada vez menos violentas para el ejecutor, encender una mecha, apretar un botón, jalar un gatillo. Olvidar el lente de aumento para ver el ojo vivo transformándose en objeto inanimado. Los idiomas se dispersan en torno a una torre y las muchedumbres se reparten el mundo. El otro comienza a volverse insoportable. Veo cómo el lenguaje muta en gramática e inventa teorías y divide por niveles a las poblaciones, desde un humanos demasiado humanos hasta Untermenschen o perros de dos piernas. Las matemáticas se yerguen para proteger la propiedad privada y se unen al idioma para decir yo, tú, mío y tuyo. El resto es guerra sin cuartel. En la soledad me miro en el espejo, la reflexión es mi única tierra, esa imaginación duplicada de lo que no fue, ni es, ni será. Escapo a la mirada que me busca y el rostro me resulta entonces esquivo. El diálogo es imposible y estrecharse la mano aun menos. La primera gran idea que inventa el idioma es la del orden. El avance que se manifiesta en la sucesión deja pocos ejemplos para tal cosa, en todo caso únicamente la violencia, la agresión, la sangre desparramada, el llanto, el hambre, la búsqueda de poder insaciable. Todo sumergido en un caos cada vez mayor a medida que el lenguaje luce cada vez más profesional. El ser que se interroga a sí mismo ha olvidado la pregunta por el ser, ha olvidado que se interroga y ha preferido renegar de algo que sea sí mismo. Cuando giro veo mi espalda, mi espalda reflejada en el espejo, igual que en un cuadro. Nada tiene respeto por las formas, escucho al espacio y al tiempo riendo al unísono y en el mismo lugar. Las cosas cambian de lugar y de perspectiva antes de que pueda pensar en imposibilidades. Ya todo es posible. Desde un punto cada vez más pequeño, cada vez trazado con una punta de lápiz más fino veo cómo el universo blanco de la hoja todo lo engulle, comida, plantas, animales y hasta seres humanos. No hay límite. Saturno no tiene quien lo destripe ya. Cronos es una marca que no mide el tiempo sino el capital. La infancia obligada a perder su inocencia en nombre del desarrollo, que bien puede ser otro término para la tristeza y la insatisfacción. Las máquinas para descuartizar al ser humano, no para liberarlo del arduo jornal ni para sustituirlo. Veo la revolución, ya así, con minúscula. La bandera que flamea desprende manchas de sangre, la igualdad está en la muerte, la fraternidad ha puesto un banco y la hermandad es un incesto. En la habitación la ventana se muestra como el contacto con el mundo. Permito entrar la luz pero me alejo de ella. Quiero al sol para mi soledad. Los rastros de mi cuerpo terminan en las arterias de mi incomprensión. Esta es mi sangre. Bombea y sacude a mi corazón que pide un respiro. Es un grito intermitente y sordo. La diferencia es ridícula. Todo es diferente a todo, pero en nombre de su inexistente contraria la igualdad se elevan estatuas a la libertad que hacen olvidar masacres. La libertad es, mirando a su artículo, una mujer violada y sodomizada que lleva los ojos vendados porque sus captores la conducen sin querer ser identificados. Los gritos de las víctimas se oyen detrás de los cristales, llegan desde todas las partes de la historia, hasta desde las más remotas. Las paredes que me contienen ofician de tapones para los oídos. Es la única forma de poder escribir. Cierro las cortinas de la que da al noreste, evito la columna de humo, la que conduce a la tumba en el cielo ceniza. Cierro la que da el noreste, donde fríos siberianos se encargan de dar muerte natural a sus visitantes. Cierro la que da al sur, centro de experimentaciones con personas que no se cuestionan a sí mismas ni tienen tiempo de reflexionar sobre la muerte porque está humanamente declarado que no les está permitido percatarse de ese detalle y por eso no saben que son personas, conejillos de indias de la salud en la sociedad del bien-estar, cuna de riquezas que adornan los más estilizados cuellos a base de estiletes. Me pierdo en los meandros de mi propia memoria, que está llena de miradas al futuro, esa fantasía irrealizable, ese plan B sin puerta de salida de emergencia. Mi escritorio es el lecho de mi escribiente mano, único resguardo en todo este sueño. Aparatos radiofónicos representan la extensión de la metamorfosis del lenguaje. Traen todo tipo de nuevas, las de los nuevos métodos para infligir dolor, la información de las bombas sin la molestia del estruendo, la doxa permanente que la corbata bien anudada produce gracias a la afasia inducida a masas de pobres seres que nadie quiere escuchar y mucho menos entender desde un diván, niños corriendo desnudos por calles en medio de la selva mientras sus madres son violadas, aldeas inoculadas con bacilos en nombre del bien general y del progreso, el orden vigilando que cada cosa esté en su correcto lugar con el dólar y el garrote de neutrones o el reactor atómico al alcance de la mano. Veo una foto. En la foto no estoy solo. Las figuras son difusas. Esqueléticas representaciones de una palabra que parece querer decir pasado. El pasado como representación del futuro nunca materializado, como palabra que encierra lo que nunca tendrá lugar. El peñón inaccesible que ilustra la presencia del abismo y del más allá. La suave brisa primaveral toca con sus dedos los transparentes límites que dibuja la ventana, la única que permanece sin cubrir. Abro la ventana de par en par. Cuando la abro toda la pesadilla intenta entrar a empujones disfrazados de palabras biensonantes y muy educadas. Después de siglos de este extraño sueño el olor es insoportable e inocultable. La pestilencia se ha vuelto resistente a todo intento de camuflaje. La muerte está en cada instante y en cada partícula. Empujo las hojas y me siento antes el escritorio. Me sumerjo en el sillón, y entonces, cierro los ojos y me dejo dormir, me dejo dormir profundamente para entrar por fin en la única realidad a la que se puede sobrevivir. Esa en la que no existe función alguna para esa guillotina que llamamos reloj. Esa en la que sólo se puede entrar con los párpados cerrados de ojo en ojo. La realidad en el sueño.

11/08/2013

Ley de ingravidez

Busco la palabra ingrávida. No la etérea. No quiero alimentar el exceso de equipaje del viento, que se la lleva, que la sopla, que se divierte a placer con su leve profundidad, que la hace saltar de rama en rama, que la hace perder en la curva más lejana del mar, que la esconde en el rincón más ciego de la memoria.
Busco la palabra manzana que se atraganta en la nuez de Isaac, que quiere salir y volar más allá de su copa buscando fijarse al aire en movimiento que peina la bordada nada celeste. Como un escalador clavada al gris promontorio de las distintas formaciones, no la quiero bordeando el fácil camino de la cumulonimbus, la quiero arriesgada, comenzando por una stratus, aprovechándose de una desprevenida cumulus y saltando a una stratocumulus, dejándose mojar por los clavos líquidos que desprende la nimbostratus, sorteando como quien cruza por el vado de un río dando saltos a través de piedras japonesas cada una de las altocumulus hasta llegar al valle de la altostratus, para darse al descanso en la superficie de la panza de algún cirrus perdido en las alturas donde no moran los hombres. La palabra proyectada lejos de la tierra, la palabra rebelde que contradice leyes físicas y reglas de tráfico, la que hace presión en su sueño de Ícaro por ir en dirección a la incandescente ionosfera, se posiciona en órbita y gira anclada en esa especular superficie de mármol gaseoso que observa a la tierra con rostro ceñudo y cambiante viendo cómo la palabra que queda atrás suspendida en el ahora abismo muere de insignificancia, de incomprensión, de sinsentido y de babélica soledad. 
Busco no la palabra mitológica ni la palabra escrita que quiere descansar y pasearse sobre el plácido y terrenal papel. Busco la tormenta, el tornado y el desconcierto, la palabra grave que se ríe de la gravidez. Busco la palabra ingrávida. La palabra no pensada, no dicha y no escrita. La palabra imposible.

02/08/2013

Ser y no ser

La propia existencia de la letra marca su límite. Toda ella es frontera y es el material con el que voy a trabajar. Soy consciente de ello y me inspira la idea de que en su propio límite visual se manifiesta la ilimitada posibilidad de su interpretación. Sea un texto reductible a una única forma de entenderlo para considerarlo muerto desde su propia concepción. Ahí donde comienza a desplegar sus alas la labor hermenéutica comienza el camino de salvación de cualquier conjunto de signos. El resto será cuestión de tomar unas copas, o será silencio, o será o no será. Al final no hacen falta diez mandamientos, con uno alcanza y como ejemplo puede recordarse el de William Faulkner: "Read, read, read. Read everything - trash, classics, good and bad, and see how they do it. Just like a carpenter who works as an apprentice and studies the master. Read! You'll absorb it. Then write. If it's good, you'll find out. If it's not, throw it out of the window."

01/08/2013

Le métèque / El meteco

Tengo la convicción, no sé si fuerte pero convicción al fin y al cabo, de que cada tema, cada pasión, cada fijación o cada obsesión tiene su música y / o su canción. Así que fue fácil en este caso porque en el mundo no hay casualidades y mientras pensaba la palabra meteco solas aparecieron la melodía y los susurros de la canción de Georges Moustaki. No sé si la música creó este espacio o el espacio fue primero, pero esto sólo entra en el universo de la anécdota o del interés para aquellos que en vez de contar ovejas cuando van a dormir comienzan a preguntarse si fue primero el huevo o la gallina. El asunto es que acá está, Le Métèque me acompañará en esta travesía donde ser extranjero es una cuestión ontológica. Y a la lectora o lector que te toque ser, pues también, porque como ya se ha dicho antes, todos somos extranjeros. Esta bella chanson será entonces santo y seña, o si se quiere, banda sonora y compañera de ruta en este deambular infatigable e intempestivo que responde al extraterritorial nombre de Territorio Meteco. Queda así desterrada la palabra himno por ser acusada y hallada culpable de invitar a la falsa creencia que nace de ese opio de los pueblos que es el nacionalismo. No hay casualidad tampoco en que el autor y compositor de la canción sea Georges Moustaki, ese griego nacido en la ciudad de Kavafis y de esa enloquecedora mujer que era Justine, ese griego que luego se asentara en París, ciudad alemana por un par de años. Yo, raigambre griega y proveniente de esa otra melancólica Alejandría rioplatense, yo, hoy, entre esas dos luces llamadas París y Atenas.

Le Métèque                                                       El meteco

Avec ma gueule de métèque,                           Con mi cara de extranjero
De Juif errant, de pâtre grec                            De judío errante, de pastor griego
Et mes cheveux aux quatre vents,                   Y mis cabellos a los cuatro vientos
Avec mes yeux tout délavés                            Con mis ojos totalmente abiertos
Qui me donnent l'air de rêver,                         Que me dan un aire de soñador
Moi qui ne rêve plus souvent,                         Que nunca sueña muy a menudo
Avec mes mains de maraudeur,                       Con mis manos de ladrón
de musicien et de rôdeur                                  De músico y de merodeador
Qui ont pillé tant de jardins,                            Que han pillado en muchos jardines
Avec ma bouche qui a bu,                               Con mi boca que ha bebido
Qui a embrassé et mordu                                 Que ha besado y ha mordido
Sans jamais assouvir sa faim...                        Sin jamás saciar su hambre
Avec ma gueule de métèque,                           Con mi cara de extranjero
De Juif errant, de pâtre grec,                           De judío errante, de pastor griego
De voleur et de vagabond,                               De ladrón y de vagabundo
Avec ma peau qui s'est frottée                         Con mi piel que se ha restregado
Au soleil de tous les étés                                 Al sol de todos los veranos
Et tout ce qui portait jupon,                             Y (con) todo lo que llevaba enaguas
Avec mon coeur qui a su faire                         Con mi corazón que ha sabido hacer
Souffrir autant qu'il a souffert                         Sufrir mucho a quien ha sufrido
Sans pour cela faire d'histoires,                       Sin por ello hacer historias
Avec mon âme qui n'a plus                              Con mi alma que no tiene más
La moindre chance de salut                             La mínima posibilidad de salvación
Pour éviter le purgatoire...                               Para evitar el purgatorio
Avec ma gueule de métèque,                           Con mi cara de extranjero
De Juif errant, de pâtre grec                            De judío errante, de pastor griego
Et mes cheveux aux quatre vents,                   Y mis cabellos a los cuatro vientos
Je viendrai, ma douce captive,                        Yo vendré, mi dulce cautiva
Mon âme soeur, ma source vive,                     Mi alma gemela, mi fuente viva
Je viendrai boire tes vingt ans                         Vendré a beber tus veinte años
Et je serai Prince de sang,                               Y seré un príncipe legítimo
Rêveur ou bien adolescent,                             Un soñador o bien un adolescente
Comme il te plaira de choisir;                         Como el que tú quieras escoger
Et nous ferons de chaque jour                         Y haremos de cada día
Toute une éternité d'amour                              Toda una eternidad de amor
Que nous vivrons à en mourir.                        
Que viviremos a morir
Et nous ferons de chaque jour                          Y haremos de cada día
Toute une éternité d'amour                               Toda una eternidad de amor
Que nous vivrons à en mourir.                        
Que viviremos a morir

31/07/2013

No passport, please



No hay tema. Si tuviera que exponer cuál es el tema, diría lo de siempre. Todo y nada. O nada y todo, no sé por qué esa costumbre de dejar la nada para el final. Como si fuera un final. Y es tan eterna como el todo, o lo mismo con distinto nombre. Pero la fórmula es muy sencilla, y decir todo tiene cierto aire de soberbia mientras que decir nada desprende un cierto tufo a falsa modestia. El tema es la frontera. La frontera que se presenta como revelación y no me abandona. La frontera que está en todas partes y es no sólo geográfica. Ésta, inmunda representación de la incapacidad del ser humano de reconocerse como tal más allá de hábitos y costumbres diferentes, de colores de piel y de religiones, ésta, que promueve la incomprensión, no. O tal vez sí. Pero está la otra. La omnipresente, la que está en cada instante, la que permite hablar de sucesión, la que permite la invención del tiempo y del espacio. Si el idealismo alemán se funda en la distinción a partir del yo de todo lo demás, mi pregunta sería solamente dónde comienza y dónde termina ese yo que me permite distinguirme de todo eso otro, es decir, dónde está la frontera donde yo soy yo y donde yo dejo de ser yo. Pero no, la frontera no es el tema. Yo escribo desde la frontera. Siempre me ha atraído esa línea que no existe y que ficticiamente permite reconocer y reconocerse. Los centros padecen de esa enfermedad llamada identidad y no me incumben. 

Y ¿por qué digo línea? Naturalmente se piensa en algo que indica que comienza un país y termina el otro, dónde termina la ciudad y comienza el campo (o a la inversa), dónde está el límite entre mi barrio y el próximo, dónde mi edificio deja de serlo para convertirse en la acera pública. Pero, ¿qué sucede para que digamos que alguien es alto o bajo? ¿De acuerdo a qué nos situamos con exactitud frente a lo uno o frente a lo otro? o, ¿delgado o gordo? ¿Cuándo el día deja de ser noche o la noche deja de ser día? Me refiero con exactitud, el instante preciso en que puedo trazar esa, llamémosle, línea? ¿Dónde comienza yo y termina tú? ¿Es únicamente la delgada capa dérmica la que lo define? ¿Cómo es posible decir que un grito lo es? Oficialmente, con título, pero no es, por ejemplo, un alarido. ¿Cuál es el punto dónde el hombre y la mujer se diferencian? ¿Cómo reconocer al hombre en el cuerpo de una mujer, y a la mujer en el cuerpo de un hombre? ¿O sencillamente a una persona en un cuerpo que no es suyo? ¿Cuál es el momento exacto en que un niño es adolescente? ¿Por qué la misma palabra dulce o erótica en cierto momento toma la personalidad del insulto, o la de la verdad se transforma en mentira? ¿Cómo puedo saber sin el menor atisbo de dudas de que me encuentro frente a un pobre, a un desahuciado, o a una persona de clase media baja? ¿Cómo identifico su nivel educativo? ¿Es lo mismo? ¿Hay una forma de adjudicar cada cosa sin temor a equivocarse? ¿Cuándo termina un libro? ¿Cuándo lo dejo sobre la mesa de luz al pasar la última página, cuándo lo olvido luego de un tiempo, o en algún estadio intermedio? ¿Qué es literatura y qué no lo es? ¿Cuándo la ciencia pasa a ser filosofía? ¿Cuándo pasa a serlo aun sin saberlo? ¿Qué me permite decir que una música es música, buena música, mala música sin medias tintas? ¿Bajo qué mecanismo puedo decir que el hielo deja su forma sólida para mojarme cuanto lo toco? Y si llevo mi dedo a la boca, ¿qué porcentaje de mí mismo estará en esa gota que humedecerá mi labio? El punto de regreso del bumerang, ¿significa que tengo el mismo objeto que lancé? Y si pronuncio "te amo" o "te odio" y la persona que está enfrente lo repite ¿tienen el mismo significado? ¿En qué punto determino que el lenguaje es tal? ¿Cuando se forma la primera letra, la segunda, antes, después? No estoy hablando de criterios que deben establecerse para intentar contestar a todas estas preguntas, me interesa el punto, la línea, el lugar, el momento o el instante, la sensación o la revelación en los que puedo distinguir una cosa de la otra. Porque eso, más o menos, es el territorio por el que se moverán las líneas que lo habiten. Me gustaría darte la bienvenida, querida lectora, querido lector, pero no sé cómo, porque no sé exactamente dónde termina aquí y comienza ahí. Yo soy un extranjero, igual que vos. A lo sumo, como ancestralmente se practicaba, lavémosnos los pies el uno al otro, en señal de mutua acogida, sin preguntarnos quién va y quién viene, porque al final, todo es uno y lo mismo.