No hay tema.
Si tuviera que exponer cuál es el tema, diría lo de siempre. Todo y nada. O
nada y todo, no sé por qué esa costumbre de dejar la nada para el final. Como
si fuera un final. Y es tan eterna como el todo, o lo mismo con distinto
nombre. Pero la fórmula es muy sencilla, y decir todo tiene cierto aire de
soberbia mientras que decir nada desprende un cierto tufo a falsa modestia. El
tema es la frontera. La frontera que se presenta como revelación y no me
abandona. La frontera que está en todas partes y es no sólo geográfica. Ésta,
inmunda representación de la incapacidad del ser humano de reconocerse como tal
más allá de hábitos y costumbres diferentes, de colores de piel y de
religiones, ésta, que promueve la incomprensión, no. O tal vez sí. Pero está la
otra. La omnipresente, la que está en cada instante, la que permite hablar de
sucesión, la que permite la invención del tiempo y del espacio. Si el idealismo
alemán se funda en la distinción a partir del yo de todo lo demás, mi pregunta
sería solamente dónde comienza y dónde termina ese yo que me permite
distinguirme de todo eso otro, es decir, dónde está la frontera donde yo soy yo
y donde yo dejo de ser yo. Pero no, la frontera no es el tema. Yo escribo desde
la frontera. Siempre me ha atraído esa línea que no existe y que ficticiamente
permite reconocer y reconocerse. Los centros padecen de esa enfermedad llamada
identidad y no me incumben.
Y ¿por qué
digo línea? Naturalmente se piensa en algo que indica que comienza un país y
termina el otro, dónde termina la ciudad y comienza el campo (o a la inversa),
dónde está el límite entre mi barrio y el próximo, dónde mi edificio deja de
serlo para convertirse en la acera pública. Pero, ¿qué sucede para que digamos
que alguien es alto o bajo? ¿De acuerdo a qué nos situamos con exactitud frente
a lo uno o frente a lo otro? o, ¿delgado o gordo? ¿Cuándo el día deja de ser
noche o la noche deja de ser día? Me refiero con exactitud, el instante preciso
en que puedo trazar esa, llamémosle, línea? ¿Dónde comienza yo y termina tú?
¿Es únicamente la delgada capa dérmica la que lo define? ¿Cómo es posible decir
que un grito lo es? Oficialmente, con título, pero no es, por ejemplo, un
alarido. ¿Cuál es el punto dónde el hombre y la mujer se diferencian? ¿Cómo
reconocer al hombre en el cuerpo de una mujer, y a la mujer en el cuerpo de un
hombre? ¿O sencillamente a una persona en un cuerpo que no es suyo? ¿Cuál es el
momento exacto en que un niño es adolescente? ¿Por qué la misma palabra dulce o
erótica en cierto momento toma la personalidad del insulto, o la de la verdad
se transforma en mentira? ¿Cómo puedo saber sin el menor atisbo de dudas de que
me encuentro frente a un pobre, a un desahuciado, o a una persona de clase
media baja? ¿Cómo identifico su nivel educativo? ¿Es lo mismo? ¿Hay una forma
de adjudicar cada cosa sin temor a equivocarse? ¿Cuándo termina un libro?
¿Cuándo lo dejo sobre la mesa de luz al pasar la última página, cuándo lo
olvido luego de un tiempo, o en algún estadio intermedio? ¿Qué es literatura y
qué no lo es? ¿Cuándo la ciencia pasa a ser filosofía? ¿Cuándo pasa a serlo aun
sin saberlo? ¿Qué me permite decir que una música es música, buena música, mala
música sin medias tintas? ¿Bajo qué mecanismo puedo decir que el hielo deja su
forma sólida para mojarme cuanto lo toco? Y si llevo mi dedo a la boca, ¿qué
porcentaje de mí mismo estará en esa gota que humedecerá mi labio? El punto de
regreso del bumerang, ¿significa que tengo el mismo objeto que lancé? Y si
pronuncio "te amo" o "te odio" y la persona que está
enfrente lo repite ¿tienen el mismo significado? ¿En qué punto determino que el
lenguaje es tal? ¿Cuando se forma la primera letra, la segunda, antes, después?
No estoy hablando de criterios que deben establecerse para intentar contestar a
todas estas preguntas, me interesa el punto, la línea, el lugar, el momento o
el instante, la sensación o la revelación en los que puedo distinguir una cosa
de la otra. Porque eso, más o menos, es el territorio por el que se moverán las
líneas que lo habiten. Me gustaría darte la bienvenida, querida lectora,
querido lector, pero no sé cómo, porque no sé exactamente dónde termina aquí y
comienza ahí. Yo soy un extranjero, igual que vos. A lo sumo, como
ancestralmente se practicaba, lavémosnos los pies el uno al otro, en señal de
mutua acogida, sin preguntarnos quién va y quién viene, porque al final, todo
es uno y lo mismo.