07/09/2020

A propósito de Sísifo

Todo se ha hecho ya. Hasta escribir sin palabras. La hoja en blanco. Sin estampados ni morisquetas engarzadas que la tiñen de negro. Elegí negro, podría ser otro color. Azul. O verde. Todo se ha intentado. Es una historia sin fin. Y hoy no sé si llorar o reír o las dos cosas. No sé si es el teclado el que manda. O la famosa musa. Sin embargo, los dedos se mueven.

Siento la inmisericordia de ese silencio. Ese lugar del que viene todo y no sabemos por qué. De repente está ahí. Sin explicación. O con tantas que es lo mismo que ninguna. Palabras. Así las llaman. Esa segunda piel. El esqueleto del pensamiento. Palanca arquimediana y fragua de la mentira galopante. El espejo y la cárcel. La invitación al más allá. El mundo de los sueños posibles e irrealizables. Arma blanca que deja cicatrices que solo se ven cuando se cierran los ojos.

El grito de dolor por alguien que parte hacia ese lugar de no retorno. El grito de un recién nacido clamando por algo que nadie sabe a ciencia cierta qué es. La muerte y la vida. Juntas, de la mano, al unísono. Todo mezclado, presente, en combustión. Entre medio tristeza y pobreza ocultas por el afán de esconder todo bajo alfombras de segunda mano. La sonrisa eterna de un cuadro italiano. Imperturbable, inescrutable. Eso es lo que se ve.

A nadie le importa. Hay que actuar. Estar ocupado es el nuevo opio de los pueblos. Matar el ocio que crea los monstruos de la libertad del pensamiento y de la acción. Invadir todo instante, incentivarlo con brebajes estimulantes. Apaciguarlo cuando se acerca la hora del descanso. Y repetirlo. Y repetirlo. Y repetirlo.

Todo se ha hecho ya. A las pruebas me remito.

24/06/2020

texturas

sobre tu rostro puedo ver las historias que se han ido hilando. cada instante de fulgor, de tristeza y de sorpresa. un texto que se despliega sobre las praderas de los pómulos. los ojos dos lagos bordeados por sendos bosques de acacias alineados. las historias se pierden en la profundidad de sus aguas. algunos creen poder leer las almas sobre el reflejo de su cristalina superficie. como quien lee la borra del café. el secreto está sin embargo en ese punto negro, centro sin fondo. imperceptible a los sentidos. la angostura central con su elevación esconde dos cavernas desde las que provienen resoplidos, crecen malezas y conducen al fondo del averno personal. luchando entre el rosa, el terracota y el carmesí están las fauces, las diosas de la destrucción. todo lo que sale de ellas es artilugio, vodevil y prestidigitación. vil engaño en la traducción de las cosas al lenguaje. cuando no silencio, eso que no percibimos porque no sabemos escuchar. todo lo que entra no se salva de Escila y Caribdis. es devorado sin misericordia. conducido al tormento de los ácidos. cuando me veo enfrentado a esas texturas, me reconozco en el paisaje. sé que también soy eso. y no me decido entre lanzar mis propios ardides, o hundir mis inclementes colmillos.

19/06/2020

imagen - palabra


La imagen es una palabra. Sus huesos, signados por el desconocimiento de su propia existencia, se elevan, no levitan, transformándose en pequeños edificios que crecen como plantas. Al verla desde la parte superior, la imagen, esa palabra, vemos que conserva su silueta. Únicamente su acercamiento resulta perceptible. Mirarla lateralmente da la impresión de asistir a la construcción de un complejo urbano sin alma, abstracto, puro acero y concreto.

La palabra es una imagen. Penetra en la hoja blanca, la perfora y se pierde en las profundidades. Deja una marca candente igual a la de la temporada de yerra. Delante nada y detrás vacío. La palabra, esa imagen, es pura forma en dos dimensiones. Sin cuerpo y sin estructura, su espíritu emana significado.

No hay palabra sin imagen. Todo es línea recta, curva, trazos perpetrados sobre el papel impasible que nada dice, mientras se dibuja esa imagen, la palabra. Tinta negra sobre fondo blanco.

No hay imagen sin palabra. Todo es mármol que el cincel esculpe. Golpes secos y precisos del que va emergiendo el embrión palabra, esa imagen. El papel grita y se queja. La forma se crea delineando el vacío. Tinta blanca sobre fondo negro.

29/11/2019

Eleusis


La palabra se hunde en su cuerpo como una navaja. Comienza a girar y la sangre busca su camino de salida. Cae sobre la tierra virgen, las únicas raíces que ese cuerpo echará. Cada gota parece gritar Heimat! y detrás quedan todas esas experiencias extraterritoriales. Una serie de casualidades que cuando la bolsa de la morgue se cierra se llama destino. Todo estaba escrito en una página de un libro perdido en un estante de una biblioteca inaccesible. Mientras la incredulidad producida por el dolor de la hoja afilada de cada nueva palabra. Mientras los poros buscan fijarse a cada momento guardado, olvidado, reescrito en la memoria. Mientras se despierta la fuente de Mnemósine y sumerge todo bajo un manto de agua. La línea del tiempo queda dispuesta en un único plano donde todo se superpone, convive, mezcla sus efluvios. Lo material y lo inmaterial no logran distinguirse. Notti senza nome, da far tremare il cielo se confunde con dátiles rellenos de pistacho traídos de Arabia, el primer no (mucho más cruel que el último, pero también mucho más inocente) tiene el aroma de un cappuccino en la calle Francouzská praguense, las baldosas que se adhieren a la suela del zapato en Palma (idénticas a las de Montevideo) son tan cálidas como la grappamiel en un pueblo perdido a mil metros de altura en Sicilia, el agua salvaje de las playas de Rocha llega a la arena roja de una orilla en Santorini, la Ruta de la Seda se confunde en los relatos de un escritor polaco con los nombres heredados de su heterogénea familia, la danza se produce cuando se termina la música y el sopor no sigue al alcohol, sino a un té inglés (extraído por manos indias en anónimas tierras de Assam) bebido observando la inclemente lluvia montevideana a través de una ventana de una café en Estambul, Agnes hace su saludo desde la Inmortalidad mientras trona Latejapride* en un teatro del Cerro, los balbuceos en alemán se transforman en una reunión que (¿tuvo alguna vez lugar?) con aquella persona (¿qué acaso existió?), la música de fondo es el Saxophone Colossus en una hora de francés con En avant la musique, la experiencia de la muerte emanando de un beso robado en la oscuridad de un parque (eran las vacaciones, era la ciudad de Piria), el último sí (repetido, gastado, harto de su existencia, incomparable con el primero) y el concierto en un bar británico de mala muerte, la cerveza en una bota de cristal de litro en un bar de Bremen mientras las noticias anuncian que la desmemoria confunde justicia con venganza, la victoria con el gol pasada la hora y el grito mudo tras una caída en el jardín (y del muro de un estadio, y de un puente, y de la imaginada al asomar la nariz en una terraza sin baranda), la bofetada y el aroma de los limones en la tierra meridiana de Goethe, tu pelo deslizándose por su mano sin tener idea de cómo pagar esa o aquella terrenal cuota, el puente que une dos ríos y el sabor de la sal en los labios lleno de aventura de juventud bajo el sol aniquilador del verano, el saco tan buscado y encontrado en un mercado de Camden que justo en ese momento es apretujado porque quien tenía que estar se fue (quien tenía que irse se quedó), los pasos título en mano por los pasillos de la universidad y el sentimiento de soledad un domingo de aburrimiento gris como el día y oscuro como la noche, la foto que le tomaron el grito de dolor tras el codo roto en la caída de la bicicleta y el placer del primer revelado en la sala oscura de la esquina más alejada hacia el norte de la avenida, el orgasmo con el que ambos soñaron y nunca sucedió y la sandía llena de semillas bajo los cálidos pinos, la crueldad sin explicación en la forma de palabras como puños soñando con posar los pies en las galerías que ostenta El arca rusa, el café humeante como droga en la última noche antes del examen y esa chica que perdió el ómnibus en el sur de España, el cálido pan Naan partiéndose entre sus dedos antes de llevarlo a la boca mientras encuentran otra bomba tirada por un avión en la II guerra en algún (cualquier) punto del territorio alemán, el terror no de un film de terror sino de La noche de los lápices y la voz más dulce de una mujer desconocida que un día de lluvia torrencial le ofrece a un niño cubrirlo con el paraguas y acompañarlo en su camino a la escuela, esperar en vano a la chica californiana a las cinco en punto para observar el atardecer parisino desde la torre Eiffel (también podría haber sido desde Sacré-Cœur) con la palpitación en aumento ante el tono del teléfono de una llamada buscando respuesta yendo por la calle Montevideo hacia el teatro Colón (o saliendo del Museo Sorolla). Todo es uno y lo mismo cuando cae el telón con la última gota. Es el momento de entregarse a Deméter. La cosecha queda en sus manos.

25/04/2019

Iter

          Me muevo por el camino que dicta el blanco de la hoja como recuerdo haberme perdido por otros tantos caminos y senderos, sin demasiados aspavientos o poesías. Me refugio del sol bajo una tímida superficie de lino que parece sonreír con la suave brisa llena de polvo amarillo. No puedo decir que estoy en el desierto, aunque no se ve un alma a la deriva. Imagino, imagina, que estoy en alguna de esas encrucijadas del bel Paese, entre una ciudad atronadora de caffè, ruinas caídas o que emergen desde el más ignorado de los agujeros, llegando casi a algún abismo que da al mar o a alguna de esas playas libres de lido.
       O imagino, imagina, que el estruendo entre margaritas ya ha quedado atrás y a donde estoy llegando es a una cala a la que hay que bajar por las sinuosidades de la roca, pulida por el imperturbable viento y carcomida en su tramo final por los milenios de agua y salitre. Por donde yo desciendo y antes otros subían, bucaneros y aventureros trayendo los objetos más inesperados de tierras ignotas, se extienden bravos pastos que luchan por elevarse entre las piedras y por emanciparse de la inclemente presión del sol. Distintos sentidos del placer, distintas formas de ser y de existir, imposibilidad de trasladar y de entenderse. Sólo la idealización de cada momento ajeno como forma de instalarlo en el firmamento de la comprensión íntima del cosmos. 
       La espuma que antes parecía una lejana sonrisa ahora produce anillos en mis tobillos. Siento como sube el sabor de la sal hasta mis labios para comunicarme que ya no tengo que seguir mi vida trashumante para ver y tocar el mar. El horizonte, esa línea inventada para poder entender lo que es el infinito, me observa desde lo más profundo del azul marino y el celeste que se eleva con su par de nubes, queriendo parecerse al tímido echar humo de una locomotora que avanza en cámara lenta.
       Como todo tiene que morir para poder convertirse en otra cosa; al gusto de algún alma gemela que bien podría estar al otro lado del mar, allá por las costas de Éfeso, dejando que sus tobillos se dejen aprisionar por otra agua y otra espuma, la misma que me ha liberado para que yo pueda continuar mi camino; le doy la espalda a levante y me dejo maravillar por la colosal roca que se yergue ante mí. En su cima sostiene mi deseo de descanso. Así, con tan poca cosa, he dejado que la hoja dejara libre un camino como otro sendero más sobre los que he apoyado mis polvorientos pies, y continúo, silencioso, sin dejar máculas, sabiendo que a fin de cuentas todo no pasa de una piadosa mentira.

02/12/2017

Día y niebla

La niebla atorada en la garganta como colchón algodonado que adormece la nada que parece querer proteger. Acompaña los pasos distraídos de alguien que se deja llevar entre luces enmarañadas que conducen a un tren perdido entre los rieles. Lo llevan a una estación desorbitada en la que miles de ojos cuerpos celestes sin luz propia palpitan el nuevo silbato de un tren que llega y un trance que sale. Valijas llena de estertores con la incertidumbre sucumbiendo al sobrepeso. Algo para comer y jugar a llenar el infinito vacío existencial de las entrañas. Asomar la nariz a las afueras para tomar aire fresco mientras el filtro de algún cigarrillo se ocupa de distraer la mirada mientras se cuela hasta el último recoveco del pulmón derecho. A la izquierda un órgano fosilizado a la espera de que alguna geóloga tenga a bien despegarlo de la roca y trate de descifrar su dibujo. Las tiendas se erigen más allá de la mirada como templos de otras culturas llenas de objetos raros y ajenos. Las luces lo contaminan todo pero no tanto como el ruido de la depresión urbana. Roto de naturaleza los seres que habitan este zoológico solo piensan en proteger su celda mientras rumian sobre la belleza de una existencia que no poseen y no luchan por adquirir. Ahogados por la noche salen los seres a buscar su presa. Ellos mismos. Todos pardos. Como vampiros que escapan al rey sol Hermes brillante que delata cada curva que acuña la tristeza sobre los rostros. Viñeta existencial que aflora bajo el diablo del mediodía. Me transformo en el día que huye de sí mismo. Acelero el paso para acelerar las horas los minutos los segundos. La guarida está detrás de la mirada narcotizada que descubro del otro lado del espejo. Cuando me giro llego a atisbar que ambos nos vamos en la misma dirección. No sabiendo a dónde. Escapando para terminar presos de la misma mentira. Otro día bajo la luna en cuarto menguante. La sangre se ve violácea mientras me relamo. 

23/05/2017

Sin título (Opus sin número)

© Iani Haniotis

busco la palabra alucinógena que me lleve más allá del lenguaje. un viaje chamánico que me transporte a los confines del universo. yo. la inocencia salida de las cavernas encadenada a la gramática. busco la válvula que me expulse del vacío a esa región donde no existe nada. ni el vacío ni la nada. quiero que las palabras entren por mi boca y salgan por mis oídos sin pasar por mi cerebro. anhelo escuchar el verbo exterior antes de contaminarse de significado. antes de volver a salir. no sé por dónde empezar. lo único que poseo es el alfabeto para dibujar mis sueños y pensamientos. tal vez sea hora de apagar la luz y aprender a galopar como un caballo con los ojos vendados. sé que mientras haya luz eso será una palabra. luz. nostalgia de un grito primario. busco a mi Virgilio andino para que me conduzca por los caminos que no tocan infiernos ni purgatorios ni cielos endemoniados. comenzaré una danza con los pies hasta que el estruendo de la tierra me ensordezca la memoria y la concepción de un futuro. no deseo una identidad. sólo dejarme transportar más allá de los confines del universo. yo. luz. nada. no tengo palabras. me sobran las palabras. desde la primera a la última. desde antes de ser palabra. todo es una mentira un engaño o una verdad defectuosa. que el cuño desaparezca como desaparecen pueblos ciudades y civilizaciones. que se borre cada atisbo de letra. hasta su página en blanco. que desaparezca también. junto con la idea de su desaparición. dejar el nombre como quien se desnuda antes de adentrarse en la invisibilidad. convertirse en eso que es el innombrable. y dejarse llevar por las aguas de un Leteo sin nombre. en un barco que no existe. con los ojos portando sendas monedas que nunca fueron. busco esa palabra alucinógena