Hay días, como hoy por
ejemplo, cuando la primavera anda malhumorada. Tira unas nubes pesadas sobre la
ciudad, que cuando se cansan de soplar dejan caer gruesas gotas de agua. Sobre
el atardecer suele producirse la pausa y el cielo y el aire parecen ser un todo
gris azulado porque la luna va tiñendo ya con sus tonos los huecos que el camuflado
sol va abandonando. Es el momento para dejarse llevar guiado por el espíritu de
Harry Haller, por las verdes y densas estepas que bordean la corriente de mi
río, el Würm, que los días de tormenta deja oír más claramente los susurros de
Heráclito y ostenta más intensamente el verde danzante de las algas que
aprisionaban a Ofelia. Hoy me adentro en el camino de Hermann Hesse.
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