© Iani Haniotis
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busco la palabra
alucinógena que me lleve más allá del lenguaje. un viaje chamánico que me
transporte a los confines del universo. yo. la inocencia salida de las cavernas
encadenada a la gramática. busco la válvula que me expulse del vacío a esa
región donde no existe nada. ni el vacío ni la nada. quiero que las palabras entren por mi
boca y salgan por mis oídos sin pasar por mi cerebro. anhelo escuchar el verbo
exterior antes de contaminarse de significado. antes de volver a salir. no sé
por dónde empezar. lo único que poseo es el alfabeto para dibujar mis sueños y
pensamientos. tal vez sea hora de apagar la luz y aprender a galopar como un
caballo con los ojos vendados. sé que mientras haya luz eso será una palabra.
luz. nostalgia de un grito primario. busco a mi Virgilio andino para que me
conduzca por los caminos que no tocan infiernos ni purgatorios ni cielos
endemoniados. comenzaré una danza con los pies hasta que el estruendo de la
tierra me ensordezca la memoria y la concepción de un futuro. no deseo una
identidad. sólo dejarme transportar más allá de los confines del universo. yo.
luz. nada. no tengo palabras. me sobran las palabras. desde la primera a la
última. desde antes de ser palabra. todo es una mentira un engaño o una verdad
defectuosa. que el cuño desaparezca como desaparecen pueblos ciudades y
civilizaciones. que se borre cada atisbo de letra. hasta su página en
blanco. que desaparezca también. junto con la idea de su desaparición. dejar el nombre como quien se desnuda antes de adentrarse en la
invisibilidad. convertirse en eso que es el innombrable. y dejarse llevar por
las aguas de un Leteo sin nombre. en un barco que no existe. con los ojos
portando sendas monedas que nunca fueron. busco esa palabra alucinógena