El Muro ha muerto...
¡viva el Muro! De los escombros que derribaron a todo lo que cae bajo la
palabra Este, vuelve a la vida convertido en el máximo representante del
Capital. Respira y tiene vida propia, está en las calles, su recorrido real,
virtual, reconstruido, museo de la calle, galería de arte, fotos sobre paredes
de edificios, vigas metálicas como instalación herrumbrada, mirador que da a
una parte intocada de la doble elevación de piedra con torres de control,
postales de todo tipo y color informando en las estaciones de metro. El muro
está de moda. El Muro está más presente que el Nacionalsocialismo o la Segunda
Guerra Mundial. Los gustos cambian, cada ciudad necesita sus atracciones y el
mal siempre necesita verse encarnado en algo. Fuente de consuelo. Las huestes
corren en masa a fotografiarse bajo el Checkpoint Charlie, o a recibir un
Pasaporte que demuestre que se estuvo allí y que se atravesó realmente el
control, a sentir cómo sube la adrenalina al atravesar el aviso que nos
deposita en la libertad y que reza Now you are entering the american sector,
allí, donde tantos perecieron al intentar cruzarlo realmente, sin teléfono
smart listo para la foto instantánea de gente sonriente. A las huestes no les
interesa en absoluto lo que realmente pasó, lo que cuenta es hoy, sin muros,
sin exterminios, sin servicios secretos, sin escuchas, sin torturas, sin
hambre, sin Gulags. Enfrente, el museo, el verdadero documento, la historia de
su existencia, de las planeadas -con o sin éxito- mil y una fugas, y enfrente
del museo, la tan famosa como infaltable casa de hamburguesas, y alrededor, el
circo, el Muro en tres dimensiones, la experiencia Muro, el Muro como nunca
antes había sido visto, las camisetas, el Trabi en todos los tamaños, real y de
bolsillo, el tour en un oldtimer para sentir aires de Este al conducir en
plena libertad, en grupo, con chofer o sin él, la experiencia Trabi para
sentirse como en la East Side Gallery rompiendo el Muro y atravesándolo. La
foto multiplicada del militar saltando para emprender la huida, el hijo del
Sistema, soldado cobarde que no servirá para otra guerra, porque no es
deserción, es abandono, el abandono desde los propios cimientos como símbolo de
resquebrajamiento, de lo que no funciona. Todo lleva su nombre. Checkpoint. Muro.
Los cafés, los puestos de Bratwurst, las tiendas para turistas repletas de souvenirs
-incluidos los pedacitos de piedra de todos los tamaños-, la galerías, todo un
gran supermercado que es parte de un discurso que para validarse necesita de
forma compulsiva señalar el fallo ajeno. Y que sobre todo, necesita vender. A
costa de una mezcla insaciable de morbo e ignorancia. Porque la piedra del
muro, retratada hasta la arcada que nace de las entrañas, no es más que eso, lo
que fuera una línea que representa de forma material la incapacidad humana para
entenderse con el prójimo. La piedra no habla,
lo que tiene para decir está más allá del lenguaje. El Muro como
monolito de la Odisea del Espacio. El Muro para ver, para tocar, para oler. El
Muro orgía. El Muro omnipresente. El Muro que se vende al mejor postor. Viva el
muro... ¡el Muro ha muerto!