06/03/2014

El Muro ha muerto...

El Muro ha muerto... ¡viva el Muro! De los escombros que derribaron a todo lo que cae bajo la palabra Este, vuelve a la vida convertido en el máximo representante del Capital. Respira y tiene vida propia, está en las calles, su recorrido real, virtual, reconstruido, museo de la calle, galería de arte, fotos sobre paredes de edificios, vigas metálicas como instalación herrumbrada, mirador que da a una parte intocada de la doble elevación de piedra con torres de control, postales de todo tipo y color informando en las estaciones de metro. El muro está de moda. El Muro está más presente que el Nacionalsocialismo o la Segunda Guerra Mundial. Los gustos cambian, cada ciudad necesita sus atracciones y el mal siempre necesita verse encarnado en algo. Fuente de consuelo. Las huestes corren en masa a fotografiarse bajo el Checkpoint Charlie, o a recibir un Pasaporte que demuestre que se estuvo allí y que se atravesó realmente el control, a sentir cómo sube la adrenalina al atravesar el aviso que nos deposita en la libertad y que reza Now you are entering the american sector, allí, donde tantos perecieron al intentar cruzarlo realmente, sin teléfono smart listo para la foto instantánea de gente sonriente. A las huestes no les interesa en absoluto lo que realmente pasó, lo que cuenta es hoy, sin muros, sin exterminios, sin servicios secretos, sin escuchas, sin torturas, sin hambre, sin Gulags. Enfrente, el museo, el verdadero documento, la historia de su existencia, de las planeadas -con o sin éxito- mil y una fugas, y enfrente del museo, la tan famosa como infaltable casa de hamburguesas, y alrededor, el circo, el Muro en tres dimensiones, la experiencia Muro, el Muro como nunca antes había sido visto, las camisetas, el Trabi en todos los tamaños, real y de bolsillo, el tour en un oldtimer para sentir aires de Este al conducir en plena libertad, en grupo, con chofer o sin él, la experiencia Trabi para sentirse como en la East Side Gallery rompiendo el Muro y atravesándolo. La foto multiplicada del militar saltando para emprender la huida, el hijo del Sistema, soldado cobarde que no servirá para otra guerra, porque no es deserción, es abandono, el abandono desde los propios cimientos como símbolo de resquebrajamiento, de lo que no funciona. Todo lleva su nombre. Checkpoint. Muro. Los cafés, los puestos de Bratwurst, las tiendas para turistas repletas de souvenirs -incluidos los pedacitos de piedra de todos los tamaños-, la galerías, todo un gran supermercado que es parte de un discurso que para validarse necesita de forma compulsiva señalar el fallo ajeno. Y que sobre todo, necesita vender. A costa de una mezcla insaciable de morbo e ignorancia. Porque la piedra del muro, retratada hasta la arcada que nace de las entrañas, no es más que eso, lo que fuera una línea que representa de forma material la incapacidad humana para entenderse con el prójimo. La piedra no habla,  lo que tiene para decir está más allá del lenguaje. El Muro como monolito de la Odisea del Espacio. El Muro para ver, para tocar, para oler. El Muro orgía. El Muro omnipresente. El Muro que se vende al mejor postor. Viva el muro... ¡el Muro ha muerto!