28/08/2014

insTANtes TAN esponTANeos (2)



Creo que llego tarde. Ahí viene mi tren. Mirando como sin mirar, como siempre que estoy con prisa. Y en ese momento, aparecen. Son dos. Cada tanto me les encuentro en diferentes puntos de la ciudad, estoy casi seguro que siempre, abordando o a punto de abordar un medio de transporte. Como ahora. Pero aquella vez viajamos en el mismo vagón. No puedo definir a la pareja. Son hombres. Calculo a grosso modo que están alrededor de los cincuenta años. Decir que visten como mujeres resulte tal vez excesivo. Tampoco pretenden parecer mujeres. Para ponerle pies y cabeza: cabelleras rubias, bastante largas. Ojos azules. Normalmente al menos uno lleva bigotes. Son bastante delgados, pero de apariencia algo fornida, como de gente que trabaja con su cuerpo más que como alguien que va al gimnasio. Sus zapatos deportivos parecen salidos de un concierto de rock de los años '70 u '80, de riguroso color blanco. Siempre indefectiblemente en pareja, van de camiseta o blusa, normalmente chaleco por encima, gorros con visera y mini-shorts. Muy mini, cavados, piernas y gran parte de las nalgas al descubierto. Su piel cumple con la generación del bronceado perfecto, también en invierno, al igual que los mini-shorts, cuando mis ojos pueden divisarles por la ranura que queda entre mi gorro de lana y mi bufanda. A veces van discutiendo a vozarrones. Sus voces más parecen graznidos. Nunca llegué a entender una palabra de lo que dicen, como si hablaran un idioma propio que sólo ellos pudieran entender. Su andar es brusco y se diría que están siempre apurados. La gente no puede dejar de mirarles, pero nadie, que yo haya visto, nunca se ha animado a dirigirles la palabra cuando ellos van chocándose con el mundo. Imagino, por las expresiones, que muchos ven un espectáculo grotesco móvil, muchos quieren reír, pero una especie de miedo se los impide, a los sumo, como si hubiera un panal de abejas cerca, se despierta un fuerte zumbido de susurros llenos de comentarios por lo bajo, porque ven que la cosa va en serio, que no es un rol del momento: son eso. ¿Trabajan? ¿Son pareja? ¿Familiares? ¿Hermanos, tal vez? Guardan grandes similitudes físicas y de comportamiento, se visten como muchos padres visten a sus hijos, prácticamente con las mismas ropas, como un ejército de dos. Cuando llega el tren, todo el mundo ingresa a los vagones y ellos desaparecen por alguna de las puertas. Sé que en algún momento futuro los volveré a ver, como a lo largo de estos últimos años. Me pregunto también, a cuántas personas me he encontrado en esos mismos años con la misma asiduidad y nunca he percibido que se trataba de las mismas personas. Me pregunto también, cuántas personas en todos estos años habrán notado en cada encuentro conmigo que yo soy el mismo que ya han visto.

Gran parte de la vida en una ciudad con metro, es que las entrañas de la ciudad te tragan y te llevan de acá para allá por los rieles subterráneos. Son momentos en que en cada cubículo, si se tiene la suerte de encontrar asiento, te enfrenta a una cara desconocida, un ritual diario. El otro, a un palmo. Con su apariencia, sus modos, su lenguaje, sus tics, sus paquetes. Y su teléfono celular. Jadeante una chica logra ingresar al vagón antes de que terminen de cerrarse las puertas y empujando un par de bolsas logra hacerse lugar frente a mí. Coloca las bolsas en el suelo, entre sus piernas. Lleva una pequeña carterita del que asoma un pompón. No es decoración de cartera, en un momento suena su celular, ella lo toma y comienza a hablar. De repente veo que el pompón se muestra danzarín en el extremo de una piola que sale del estuche protector de su teléfono. La imagen me produce una especie de rechazo y compasión. El pompón se me hace cada vez más grande, es más grande que su cartera. Está ahí, moviéndose como un péndulo al ritmo del movimiento del vagón, colgando de su teléfono, de su oreja, bamboleante. Ostensiblemente le produce molestias a la chica, como si alguien quisiera meterle el dedo en el ojo a cada momento, más o menos. ¿Fetichismo exacerbado? ¿Fue un regalo de su gran amor y no puede tirarlo? No lo sé, pero, ¿cuánto espacio ocupa su celular en su vida? El extremo del adorno para el mejor ejemplo de la tecnología esclavizante. Por otro lado se ve muy real el pelo, ¿tengo delante de mí la piel de un conejo colgando de un teléfono? Ya dejé de hacerme hace tiempo la pregunta de si tales cosas son necesarias, incluso como decoración. Yo pensaba que el límite era que el estuche protector de un teléfono smart era que tuviera orejas de plástico rosadas de conejita de play-boy. Tal vez, alguien haya dado un paso más en el narcotizado mundo del tecno-fetichismo.

Unos días antes el amigo L. posteó una nota sobre Melingo, el cantante argentino. Era de Página/12. Me pareció muy interesante y me dejó pensando que tal vez Melingo tuviera una vida más interesante que su propia obra. O que una dimensionara a la otra. Digo esto sin menospreciar la obra. Recuerdo haber pensado lo mismo de Osvaldo Soriano, a quien admiro, pero siempre he presentido que sus libros parecen fragmentos de algunos de los millones de anécdotas y ricas historias que poblaron su vida. O tal vez era la manera en que él las contaba. El asunto es que entro a la biblioteca pública de mi barrio y me dirijo a la sección de música. Allí, como rutinariamente, me inclino sobre los casi a ras de suelo estantes de eso que ahora llaman música del mundo. Y ahí está el CD "Linyera" de Daniel Melingo comentado en la nota arriba mencionada. A miles de kilómetros de Buenos Aires, en una biblioteca de barrio en un suburbio. Un CD publicado en 2014 de un artista argentino. La curiosidad crece porque recuerdo que antes había tomado en préstamo su "Corazón y hueso", que sinceramente, no me convenció, pero que ya me había llamado la atención que estuviera entre los anaqueles. Alentado gracias a la nota arriba mencionada tomé "Linyera" y me tiene totalmente fascinado. Una obra genial, por lo que celebro haber sido animado a volver al artista. Colijo durante un rato y primero reviso la base de datos de toda la biblioteca municipal y veo que muchas dependencias tienen los dos álbumes. En algunas bajo el rótulo música del mundo, pero en otras bajo el de chanson. Después pienso si acercarme al mostrador de atención al usuario para preguntar cómo fueron a parar esos dos discos ahí. Al final, adepto al encanto del misterio, dejo que baje la fiebre de mi curiosidad y opto por dedicarme a disfrutar de la música. "Cuando se asoma alegre el sol / sobre los campos del Talar, / junto a las vías, van los linyeras. / Llevando como el caracol / la casa a cuestas y al azar, / van los linyeras, todos los días."

2 comments:

  1. "El amigo L." desea hacerle llegar su beneplácito ante la impresión que le causó Linyera. Y su más sincera admiración por su estilo, su verba, su manera de transmitir, como alguna vez, hace tiempo, le dijo, repito, su manera de transmitir logrando que uno vea lo que usted vio.

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  2. Muchas gracias por tus palabras, querido L.. Es muy importante saber que se produce ese acto alquímico mediante el cual el texto se transforma en imagen. Fuente de motivación también para continuar la batalla con el lenguaje. ¡Un fuerte abrazo!

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