sobre tu rostro
puedo ver las historias que se han ido hilando. cada instante de fulgor, de
tristeza y de sorpresa. un texto que se despliega sobre las praderas de los
pómulos. los ojos dos lagos bordeados por sendos bosques de acacias alineados.
las historias se pierden en la profundidad de sus aguas. algunos creen poder
leer las almas sobre el reflejo de su cristalina superficie. como quien lee la
borra del café. el secreto está sin embargo en ese punto negro, centro sin
fondo. imperceptible a los sentidos. la angostura central con su elevación
esconde dos cavernas desde las que provienen resoplidos, crecen malezas y
conducen al fondo del averno personal. luchando entre el rosa, el terracota y
el carmesí están las fauces, las diosas de la destrucción. todo lo que sale de
ellas es artilugio, vodevil y prestidigitación. vil engaño en la traducción de
las cosas al lenguaje. cuando no silencio, eso que no percibimos porque no
sabemos escuchar. todo lo que entra no se salva de Escila y Caribdis. es devorado
sin misericordia. conducido al tormento de los ácidos. cuando me veo enfrentado
a esas texturas, me reconozco en el paisaje. sé que también soy eso. y no me
decido entre lanzar mis propios ardides, o hundir mis inclementes colmillos.
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